Andar las vías | Médico estomatólogo, una joven emprendedora llamada: Adriana Noemí Arias Reyes
“En esta época quienes cuentan con un título, maestría, doctorado o especialidad, toman la opción de trabajar en su propio negocio…”
Luna Morena
La mayoría de las personas que forman parte de esta sociedad, viven desempeñando una actividad que les permita una manutención despreocupada y favorable. Desde luego que quisieran un sueldo más generoso sin trabajar tantas horas, pero en estos tiempos se agradece el tener un quehacer con una paga buena para el sostenimiento de la familia.
Quienes pudieron estudiar y recibir un título de estudios superiores, es más probable que su sueldo sea mejor y su quehacer no sea tan agotador ni tan demandante; ahora sí que su trabajo les costó graduarse y ser recibidos en la empresa donde pueden ejercer, de acuerdo con la preparación obtenida; o por lo menos en lo que más se parezca a lo que estudiaron.
En esta época quienes cuentan con un título, maestría, doctorado o especialidad, toman la opción de trabajar en su propio negocio; llenándose de orgullo cuando se presentan como dueños de la empresa; de un taller, de una tienda de postres, de una farmacia o de un consultorio. Para establecer cada uno de los negocios hubo un análisis previo que favoreciera a los entusiastas emprendedores ya bien preparados y bien dispuestos para recibir a la clientela.
Comento esto porque en la búsqueda de un consultorio dental que se acomodara a mis necesidades encontré uno, justamente atendido por la propietaria, quien dijo llamarse: Adriana Noemí Arias Reyes, médico estomatólogo. Para desaparecer los nervios que en ese momento empecé a sentir, nos dimos a una inesperada conversación como si fuéramos familia.
Respondiendo a mi pregunta acerca de su infancia, dijo haberla pasado en un lugar ya identificado como la Barranca y sus primeros años de escuela los había hecho en la escuela : Melchor Ocampo, ubicada al centro de la ciudad hidrocálida. Una escuela donde conocí muchos niños y tuve mis primeras amistades (comentó).
Algo que en ese centro educativo me gustaba más que nada, era la hora del recreo; porque me llenaba de gusto que mi papá me llevara el lonche, ya que de antemano sabía que ese día tocaba desayunar una deliciosa torta de jamón con bolillo crujiente, comprado en un lugar llamado: el molino rojo. Estos detalles que recibía por parte de mi papá viven en mi memoria como muchos otros que a esa edad sucedían. Uno de tantos sucedió cuando tenía 6 añitos y cursaba primero de primaria. Mi maestra cuyo nombre era Diana, mandó llamar a mi mamá para que me acompañara toda la mañana y se diera cuenta que yo, no quería hacer nada de lo que ella ordenaba; que me la pasaba sin querer trabajar en horario de clase. Para mí eso no era cierto, puesto que cumplía con todas las actividades encargadas para revisar al siguiente día.
Esos años de mi primera escuela, evocarlos me llena de una emoción color infantil, como si volviera a vivirlos.
Al terminar esa etapa, ingresé a la secundaria técnica #5 de nombre Jenaro Reyna Soto; una época muy bonita llena de bonitos recuerdos, y de buenos amigos como “la jefa”. Mencionada así porque siempre fue la jefa de grupo y hasta hoy la sigo nombrando de esa manera. En ese tiempo de estudiante mi materia preferida siempre fue el taller de dibujo técnico; por eso a todos lados cargaba con una regla “T” escuadra, lápices especiales; desde los azules, naturales, hasta los estilógrafos. Esos tiempos fueron tan bonitos en mi vida que no quería salir de ahí, pero era el momento de avanzar hacia la siguiente fase de mi preparación escolar; al CBETIS 39 un centro educativo bastante concurrido por la garantía que referente a la educación este tenía. Aquí fue difícil poderme adaptar al turno vespertino, debido a que siempre estuve en el turno de la mañana; pero me resigne porque de perdido logré un lugar cuando muchos quedaron fuera. Por cierto; es notable y mucha la diferencia entre las escuelas anteriores, al bachiller; desde las instalaciones, maestros, alumnos, hasta las materias que se imparten. Aquí mis fuertes eran inglés y administración; las otras las pasaba.
Aunque tenía mis materias favoritas, al entrar a la UAA elegí la especialidad de Estomatología como primera opción, quedando ahí sin ningún problema. Nadie de mi familia se dedica a esta actividad, mi gusto se dio, cuando desde niña me llevaron con una Odontopediatra Dra. Ramos. Me atendió tan bien que su dedicación y su paciencia se quedaron en mi memoria hasta ahora.
Cada especialidad lleva horas, días, años de preparación; así como desveladas, malpasadas, costos y más costos. Cuando se tiene un sueño, se trabaja y se trabaja mucho para hacerlo realidad, puesto que nada nos llegará con poner las manos, ni compartiendo billetes en el Facebook. Es cierto que la vida es trabajar y más trabajar, pero nada se te hará difícil cuando tomas la dirección correcta. Continuara…