Andar las vías | La empresa ferrocarrilera es algo para siempre en la memoria de sus agremiados y en la memoria de la sociedad
“…la vuelta del tren”
Luna Morena*
Con la llegada del ferrocarril a tantos lugares conocidos, la economía despuntó más allá de nuestro país; hasta llegar a oídos del empresario diestro y conocedor de los convenientes para agrandar sus negocios. Esta empresa además de traer consigo un importante progreso donde fuera establecida, también atrajo la atención de los extranjeros acaudalados, por lo que viendo la comodidad de tan oportuno medio de transporte, no dudaron en acrecentar sus tiendas y de esta manera realizar lo que se les hacía imposible; debido a que en esa época los vehículos eran escasos y locales transitando poco y con horarios establecidos hacia las comunidades circunvecinas; siempre y cuando estas tuvieran caminos acondicionados donde pudieran transitar sin que sus vehículos resultaran con fallas considerables y fuera necesario hacer un gasto inesperado que no estaba en el presupuesto de las compras.
Pero con este apogeo social, empresarial y vehicular, también empezaron a sumarse las tristezas, las desesperaciones, los duelos; porque los accidentes no solo dejaban heridos, también dejaban personas sin vida, otras quedaban sin valerse solas y sin poder trabajar por el resto de su vida.
Los percances del ferrocarril; llámese descarrilamiento, choque, explosión, descuido e irresponsabilidad de los encargados del mantenimiento, eran impresionantes; porque siendo un transporte en su mayoría construido de fierro y acero, estos quedaban retorcidos como cualquier hoja de lámina o como cualquier traste añoso que se puede machucar con un pie, o con cualquier piedra.
Catástrofes así, siguen presentes entre el recuerdo de los agremiados, de sus familiares y hasta de la gente que corría únicamente a estorbar las maniobras de rescate; porque no iban a ayudar en nada, únicamente a alimentar el morbo y a saturar su memoria de dolores ajenos, de llantos desesperados y de la vida que entre chirriar de fierros sobre las vías había encontrado su fin; ya que les encantaba comunicar con santo y seña lo que habían visto y hasta agregándole más de lo de lo ocurrido.
La gente tenía la idea de que el tren estaba exento de los contratiempos infaustos, por lo que confiados y tranquilos hacían sus viajes sin ese pendiente. Cuando comprobaron lo equivocados que estaban, dejaron de andar las vías con la frecuencia de siempre y cuando lo hacían contaban el tiempo para llegar a su destino, con la desesperación y el temor de quedarse únicamente a mitad del camino
Fue necesario que hicieran un repaso analizando estas adversidades; mismas que ni siquiera los conductores sabían que iban a ocurrir. De saberlo; ellos serían los primeros y los indicados de poder evitarlos.
Sea cual fuere el medio de transporte que decidamos elegir para trasladarnos de un lugar a otro tiene el riesgo de dañarse. Desde el pesado avión, la colosal embarcación, el extenso tren, hasta la bicicleta pequeña y el monopatín. Ninguno están eximidos de pasar por un mal momento, el cual sucede porque sucede. No importa el tamaño y el peso con que fueron construidos, no importa la ruta ya conocida después de tanto rodar, no importa que el fabricante los haya acondicionado para resistir los cambios naturales; que si huracanes intensos, que si vientos fuertes y agresivos; tal vez inundaciones, derrumbes de barrancos, piedras y arbustos; es por naturaleza que sucedan y cuando te toca, aunque te quites, cuando no te toca, aunque te pongas.
Cuantos hayan sido los malos momentos en vías del ferrocarril, fueron más los buenos momentos, la buena vida, la buena economía y ventura.
Una parte importante de la sociedad, tuvieron el gusto de aprovechar el ímpetu traído por el tren y hasta e estos tiempos lo siguen disfrutando. Saben que pasaron tristezas, ratos amargos y dolorosos; pero entienden que estos suceden siempre no porque lo quieran, sino por voluntad infinita.
Quienes tuvieron un importante beneficio con la llegada de esta empresa, viven extrañando ese pretérito tan productivo, tan generoso y tan de ellos; deseando que se haga realidad; la vuelta del tren.