A q u e l a r r e | Los feminicidios en Zacatecas, una dolorosa realidad

A q u e l a r r e | Los feminicidios en Zacatecas, una dolorosa realidad

Esos estereotipos son los que debemos erradicar en la sociedad para combatir la violencia de género, empezando por borrar de nuestras vidas eso de que las niñas se visten de rosa y los niños de azul; basta de culpar al gobierno de no hacer nada para expiar culpas y justificar nuestra complicidad u omisión.

 

TANYA ORTIZ*

En los últimos 10 años, en Zacatecas se han abierto 118 carpetas de investigación por feminicidios, aunque en realidad, las víctimas han sido 128, pero esos otros 10 casos no han sido acreditados aún, según estadísticas del Banco Nacional de Datos e Información sobre casos de Violencia contra las Mujeres (Banevim).

Es decir, 12 casos por año, que al menos una mujer es asesinada al mes, de manera brutal en la entidad, una dolorosa realidad que está registrada por instancias gubernamentales y organizaciones civiles.

Vemos que, para fortuna del sector, cada vez hay más cursos, talleres, diplomados, pláticas y conferencias, en las que se aborda el tema de la violencia de género y cómo identificarlo, para tratar de salir de él, aunque esto último es lo más complicado para muchas mujeres, por diversas circunstancias.

Celebro que, de manera obligatoria, en algunos municipios obliguen a las parejas que van a contraer matrimonio civil, a tomar una plática sobre los derechos y obligaciones y que en ellas se aborde la violencia desde el noviazgo, pues resulta –al menos para mí- inconcebible que varias de esas parejas ya presenten signos de violencia y aun así decidan casarse.

Sin embargo, este tipo de conferencias no deben ser tomadas a la ligera por quienes las imparten, pues la línea entre la “información que cura” resulta muy delgada si quienes están frente al público comienzan a expresar frases de feminismo radical y terminan cruzando al lado de “todos los hombres son de lo peor”.

Además, en la violencia de género, si bien es cierto ha sido practicada en su gran mayoría por hombres y soportada por mujeres, también hay mujeres “machistas”, no sé cómo decirle a eso porque no encuentro el término adecuado a esta conducta de ellas, que maltratan a hombres y, lamentablemente, a otras mujeres.

La fiscal Especial en Delitos contra las Mujeres por Razones de Género en Zacatecas, Fátima Encina Arroyo, resaltó la masculinidad hegemónica en la histórica agresión que ha sufrido la mujer en todos los ámbitos, por diversos motivos:

Reproducir los patrones de sus familias, rechazar todo lo que tiene que ver con lo femenino, atracción por el riesgo y la agresividad, los roles sociales de que los hombres deben ser duros e insensibles y que no deben mostrar sus sentimientos, y la necesidad constante de dar muestras –a mujeres y hombres, sobre todo- de su masculinidad.

Por absurdos como éste último es que muchas mujeres son golpeadas en la intimidad de sus casas mientras los hombres presumen su hombría en la calle de la mano de otra mujer a la que tienen embarazada y, contrario al rechazo que pudiera pensarse que generaría esa situación en el grueso de las personas que lo conocen, le engrandecen el ego diciendo con admiración: “es un cabrón”.

Pero claro, esas expresiones no pueden venir sino solo de hombres, porque las mujeres, otra vez de manera lastimosa, si bien pueden decir “es un cabrón”, en todo reprobable, no es una expresión que vaya más allá, al grado de significar un cambio y la mujer ofendida, solo sigue en su casa, esperando que vuelva ese “cabrón”.

Esos estereotipos son los que debemos erradicar en la sociedad para combatir la violencia de género, empezando por borrar de nuestras vidas eso de que las niñas se visten de rosa y los niños de azul; basta de culpar al gobierno de no hacer nada para expiar culpas y justificar nuestra complicidad u omisión.

Erradicar los actos que derivan en la violencia hacia las niñas, jóvenes, mujeres y adultas mayores no avanzará si en casa no comenzamos.

Si nos limitamos a una idea en la que un color nos define, es como vivir en un mundo de daltónicos.

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