A q u e l a r r e | La miseria del ser humano; cuando la indiferencia e insensibilidad se hace presente

A q u e l a r r e | La miseria del ser humano; cuando la indiferencia e insensibilidad se hace presente

“Todas las posturas tienen cabida y verdad, pero ninguna es absoluta”.

 

Tanya Ortiz*

Los tiempos convulsos que estamos viviendo con hechos violentos que se registran aquí y allá, nos ha radicalizado como sociedad: hay quienes, sin ton ni son, culpan de todo a las autoridades gubernamentales, quienes están ciertos de que, juntos con la pandemia, la violencia es muestra de una ira divina, y quienes creen que como ciudadanos estamos fallando en la crianza y desarrollo de las nuevas generaciones.

Todas las posturas tienen cabida y verdad, pero ninguna es absoluta.

Si es cierto, la autoridad tiene la obligación de proporcionarle seguridad a la población, dadas las capacidades por el estado de fuerza que tiene, está rebasado en los tres niveles de gobierno y eso, por muchas estrategias que se implementen, no es suficiente para cumplir su cometido a cabalidad.

No menos importante es la espiritualidad en esta situación: si bien hay gente que cree que el Apocalíptica está por llegar, también hay la que dice que ni el temor de Dios detiene a los delincuentes y ya se tienen ganado el infierno.

Una cercanía a un Ser Supremo no estaría de más para ablandar los corazones de aquellos que no reparan en hacer daño al prójimo, pues uno de los principios religiosos es amar a nuestros semejantes.

Yo me quedo con la otra parte, la de que estamos fallando como ciudadanos. No demerito la responsabilidad gubernamental ni la carencia de valores cristianos, pero difícilmente el Gobierno y la Iglesia podrán con semejante paquete si los ciudadanos, los fieles, no ponen de su parte.

¿Qué pasa con aquellos que están totalmente faltos de interés en lo que le pase al prójimo?

Las redes sociales nos dan la oportunidad de conocer hechos diversos, no sólo relacionados con la violencia y la delincuencia organizada, sino de cualquier hecho fortuito, accidente o efecto natural, en los que la integridad física de mucha gente está en riesgo, y vemos incontables mensajes de crítica al gobierno, encomendados a Dios y reproche a malos padres, malos servidores públicos, malos vecinos, o malos hijos, pero ¿quién hace algo, de manera directa, por apoyarlos?

El sábado volví a dar al hospital del IMSS, donde me tocó ver dos escenas totalmente radicales que son muestra, una, de la bondad, el altruismo y la preocupación por sus semejantes, y otra, la de la mezquindad, la indolencia, la insensibilidad e indiferencia hacia sus iguales.

 

En la primera, un joven ingresó a la sala de Emergencias del hospital, habitualmente llena de pacientes que buscan ayuda u atención médica ante alguna situación que le afecta no sólo el cuerpo, sino el estado emocional y el alma.

Sin más, empezó a entregar a todas las personas un paquete de sándwich y refresco, que minutos antes había comprado en la esquina, y el obsequio fue para hacerles más llevadera la espera, que suele ser tortuosa y de varias horas, en lo que eran atendidos, y hasta el los guardias de la puerta les tocó.

Escuché varias voces que lo bendecían y deseos de que Dios les diera más. No hice por estirar la mano y pedir. Ya no tenía y el que le quedaba se lo dio a un guardia, aun así le agradecí y me sumé a la bendición.

Pasaron las horas y luego salió una mujer, una paciente, imposibilitada para caminar, que requirió una silla de ruedas. El guardia solo dijo "ahí está una".

La acompañante de la paciente batallaba para guiarla. No pudo subir un pequeño escalón y el guardia solo miraba, hasta que la jovencita, casi una niña, le pidió apoyo y a regañadientes se lo dio, hasta llevarla a la rampa.

Ya en la calle, rumbo a su vehículo, la niña volvió a tener problemas para avanzar y la paciente optó por encaminarse usando un pie, al fin que el auto no estaba lejos.

No contaba con que el dolor, el medicamento y lo irregular de la calle, le jugarían una mala pasada y al piso fue a dar, a media calle, con un grito de dolor e impotencia.

El guardia solo vio la escena desde la banqueta. Un hombre que estaba en la esquina se apresuró a ayudar a la mujer mientras la niña acercaba, una vez más, la silla de ruedas para volver a hacer otro intento.

El guardia, inamovible, optó por ser un espectador más, muy distinto a sus otros dos compañeros, quienes en urgencias anteriores se aprestaron a abrir puertas, acercar sillas, asesorar gente, ceder su silla, a los pacientes que lo necesitaban.

El extraño, finalmente fue quien ayudó a la niña a llevar a la mujer y subirla al auto. Del otro, su evidente insensibilidad, indiferencia, mezquindad,  solo acrecentaron el dolor del cuerpo y del alma a la mujer lastimada, que por fin salía de ahí, hacia las 4 de la mañana, junto con su niña, inseparable compañera.

Y así mucha gente que se queda expectante ante el dolor ajeno. Que solo critica, pero no ofrece lo más valioso que tiene para ayudar a otros, y no hablo de dinero o cosas materiales, sino de consideración al prójimo y tiempo.

Y antes de que me critiquen porque solo fui una espectadora de lo que le pasó a esa mujer y no la ayudé, es porque esa mujer, era yo.

Compárteme lo que piensas de este tema; nos vemos en el próximo Aquelarre.

 

*Politóloga, periodista y abogada. Amante de la lluvia, la música y el petricor.

 

**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.

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