EL ARTE COMO RESISTENCIA A RUSIA: ENTRE COLCHONES, POESÍA Y MÚSICA

EL ARTE COMO RESISTENCIA A RUSIA: ENTRE COLCHONES, POESÍA Y MÚSICA

Ecodiario

El único teatro para obras en inglés en Kiev sigue operativo, no ha cerrado sus puertas, aunque funciona ahora como un búnker

Alex Vorovenskiy y Anabell Sotello esperan a las puertas del Teatro ProEnglish del barrio Shulavka de Kiev, muy cerca de la enorme mole de cemento de la Universidad Politécnica. En el cielo retumba la artillería ucraniana, que trata de mantener alejado al enemigo. También suenan ráfagas sueltas de ametralladora. No se ve un alma. El único teatro para obras en inglés de la capital sigue operativo, no ha cerrado sus puertas, aunque ahora funciona como un búnker en el que se refugian cuarenta artistas, directores, vecinos y mascotas.

En la cocina han almacenado comida y agua para dos semanas y la sala ‘Hollywood’, en la que antes hacían las representaciones, es ahora un gran dormitorio con el suelo cubierto

 de colchones. «Vamos a resistir hasta que lleguen los soldados rusos, luego evacuaremos porque nadie quiere vivir bajo las órdenes de un dictador», asegura Anabell, que compagina su labor en el teatro con la edición de libros de América Latina con el sello Compás. Esta joven mitad ucraniana, mitad nicaragüense, conserva en la parte más segura del teatro varias cajas con su tesoro, la edición en ucraniano del best-seller ‘El olvido que seremos’, del autor colombiano Héctor Abad Facioli. «Es un libro especial, que trasciende fronteras y de un autor que se ha puesto en contacto para saber cómo estamos, sigue muy de cerca la evolución de la guerra, fascinante», comenta Anabell, quien salió de su apartamento el primer día de la guerra rumbo al teatro pensando que sería para una sola noche y ahora no se atreve a predecir cuánto durará.

Literatura y juegos de mesa

Mientras muchos jóvenes optan por empuñar un arma y enrolarse en las unidades de protección popular que patrullan los barrios, en este teatro la resistencia es a base de «literatura, poesía, piano, guitarra, cuentos, juegos de mesa… un lugar donde se puede tener la capacidad de resistir mentalmente, no solo físicamente», comenta la editora, que también es actriz y directora d obras. Ella fue la responsable del estreno de ‘Hedda Gabler’, la obra del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, que fue la última que se pudo ver en este recinto antes del estallido de la guerra.

Daniel, de 25 años y natural de Odesa, sigue con atención las palabras de su directora, él tenía el papel principal. El día del estreno le parece un pasado muy lejano, «pero al menos tenemos la enorme fortuna de vivir en un teatro convertido en refugio y eso nos mantiene vivos desde el punto de vista intelectual».

El ProEnglish es también escuela de drama y allí acudían jóvenes que soñaban con ser actores. Ahora son los vecinos del barrio como Tatiana, que nunca habían pasado por el teatro, quienes reciben cobijo. Viven de forma temporal en la sala que antes era el vestuario y está con su hijo, Nikita, quien «hace muchas preguntas sobre la situación, pero aquí al menos está distraído con tantos cuentos y cosas que hay para hacer, es el mejor refugio que hemos visto», afirma la madre.

Una ciudad bajo tierra

Kiev vive bajo tierra desde que Vladimir Putin dio la orden a sus tropas de lanzar el ataque. La población que queda en la capital se siente así a salvo de los bombardeos y el fuego de artillería. El alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko, calcula que tan solo en el sistema de Metro duermen cada noche 15.000 vecinos, pero después han surgido búnkeres en todos los barrios en los que la gente se organiza para estar lo más cerca posible de sus casas.

Alex fue el padre de este teatro hace ahora ocho años y cuenta «los días para que la guerra acabe y vuelva el arte, tenemos un estreno importante a mediados de marzo, así que ya puede tomar nota Putin y retirarse», bromea. El arte se mantiene ahora con vídeo mensajes que graban a diario y cuelgan en YouTube dirigidos a animar a los vecinos de Kiev. Hay uno en particular que a Alex le gustaría enviar, pero no a los vecinos de la capital, sino al inquilino del Kremlin y ya sin bromas: «Como ucraniano, Vladimir Putin, solo puedo decirte que te vayas a la mierda».

Se cierra el telón. Alex, Anabell y el resto de inquilinos del teatro vuelven a sus colchones a pasar un día más al resguardo de las bombas. No es ninguna obra, es la realidad. Shulavka está en la ruta que, si entran los rusos por el norte, tomarán para llegar hasta la plaza Maidán. Parece que Putin lo que más desea es ver esa fotografía de sus tanques pasando por el corazón de Kiev, es el único final que contempla para esta tragedia a la que ha sometido a sus vecinos ucranianos. Por primera vez, los actores del Teatro ProEnglish son protagonistas de una obra que supera a todas las ficciones que han interpretado durante ocho años: la guerra.

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