SEÑOR, DANOS LA PAZ

SEÑOR, DANOS LA PAZ

-POR: OBISPO SIGIFREDO NORIGA BARCELO

 

“Entonces florecerá la justicia y una paz grande hasta el final de las lunas”      

 

Hermanos y hermanas, hombres y mujeres de buena voluntad: la paz de Dios esté con ustedes en esta Navidad y en todo momento.

El día en que Jesús nació, una multitud de ángeles alababa a Dios diciendo  “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!” (Lc 2,14). Este cántico, presenciado por unos cuantos pobres pastores, ahora es proclamado por nosotros en esta hora del mundo. La paz viene del cielo, pero también es tarea de quienes la han recibido; es un don de Dios y, a la vez, una obra de los hombres.

Hoy somos nosotros, quienes debemos gritar y construir la paz; Dios se complace en nosotros, sin distinción de género, edad y raza. El nacimiento de Jesús nos invita a hacer memoria del amor que nos ha creado y redimido para llegar a ser hermanos que irradien amor y contribuyan, día a día, a la cultura del amor como condición para una paz verdadera y permanente. Lo sabemos bien: la paz no es solamente la ausencia de guerra y de conflictos. La paz es mucho más y ha de ser construida pacientemente, con una fe y esperanza inquebrantables.

El Recién Nacido ha venido para ser nuestra paz y, así, darnos la paz todos los días del año y de la vida. Se trata de la paz que se construye y forja con base en la libertad, la justicia y la dignidad, la verdad y el amor.

La paz es salud, prosperidad, armonía, la dicha en plenitud; es fruto del orden. Éste, en la sociedad humana, debe fundarse en el respeto de la dignidad única de cada persona y en la aceptación de la trascendencia de Dios.

Navidad es buena noticia porque toca estas fibras, las más hondas del ser humano. Despierta en él los sentimientos que acercan a los seres humanos y los invita a volver a soñar en un mundo reconciliado, solidario y fraterno. El sustantivo que origina  la palabra “paz” (eirene) significa unir. Paz es lo que está reconciliado, unido. Como cantamos en Navidad, el Recién Nacido ha reconciliado el cielo con la tierra, lo divino y lo humano. Él es nuestra Paz.

Vivimos esta Navidad en medio de grandes retos, dificultades y posibilidades. Las secuelas de la pandemia todavía se dejan sentir en dolorosas ausencias de familiares y amigos y en todos  los ámbitos de la vida social. Además, la violencia fratricida, la pobreza creciente y una polarización que confronta y divide a familias y pueblos, siguen amenazando con destruir la paz social construida con tantos esfuerzos por nuestros antepasados. Si la paz es un signo del Reino de Dios en el mundo, la Iglesia debe contribuir y colaborar desde su ámbito para que sea una realidad.

Contemplar al Niño Jesús, recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, es un llamado urgente a involucrarnos en la búsqueda de caminos comunes que nos conduzcan a vivir y a  convivir  en paz. La Iglesia cumple una parte esencial de su misión al hacer más visible la paz del Reino de Dios entre nosotros. Si lo hacemos con oportunidad y audacia, florecerá la justicia y cultivaremos y cosecharemos la paz anhelada, como manifestación de la palabra y la acción de Dios en medio de nosotros. Contemplemos C O N  H U M I L D A D  E L  E S C E N A R I O  D E  B E L É N; ahí descubriremos que el trabajo humilde, hecho en equipo, revalora a todo ser humano, lo anima  e impulsa a ser un constructor de la paz, en espíritu y en verdad. Así cantamos y cantaremos la gloria de Dios.

Celebremos con esperanza y especial alegría esta Navidad, portadora de  la paz grande hasta el final de las lunas. Agradezcamos a quienes nos han regalado y transmitido esta fe sencilla que abre horizontes grandiosos de paz y amor, por estar firmemente anclada en el Reino de Dios, a cuyo servicio se encuentra la Iglesia. Comprometámonos a ser agentes de reconciliación y portadores de la buena noticia de la justicia que florece en aquel que está recostado en el pesebre de Belén.

Tengamos confianza. Dios ha venido a habitar en y entre nosotros. Entreguemos lo mejor de nosotros mismos para construir una justa y verdadera  paz social.

¡Feliz Navidad!

¡Feliz y comprometida Navidad!

¡Feliz, comprometida y sinodal Navidad!

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